Preparándome para defender el arco en Namibia. |
Los bolivianos sabemos que “la descolonización” es una
base del discurso político del actual gobierno.
Pero tanto la definición y aún
más la aplicación de este concepto político es diferente dependiendo de quién
lo utilice o experimente. Por ejemplo
detrás del conflicto del TIPNIS existe una gran ironía. Para los indígenas del TIPNIS el colonizador no
es un conquistador español con caballos y armado con cañones, sino es alguien
que viene de Cochabamba u Oruro para cultivar coca, armado con bolo, machete y fósforos,
y que requiere de cada vez más tierra para su actividad. Por eso, para estos indígenas de tierras
bajas, la “descolonización” más importante es frenar ese proceso actualmente
impulsado por el gobierno. Y el principal obstáculo para su modelo de
desarrollo propio es un orureño que ha venido como colono al Chapare para
cultivar coca, y que simultáneamente propone la descolonización como su bandera
política.
En la última semana hemos tenido por un lado la reunión
del G77 – China en Santa Cruz, y por
otro lado nuestras vidas han sido colonizadas por el Mundial de Futbol. Una característica de este Mundial, como
varios anteriores, es que los equipos africanos van cayendo en la primera ronda. Individualmente los jugadores, especialmente
de los países subsaharianos como Costa de Marfil, Camerún y Ghana, parecen
tener la musculatura, fuerza, velocidad y capacidad de superhéroes. Individualmente muchos tienen gran éxito en
clubes europeos. Sin embargo en forma
colectiva no ganan. Hay cientos de
millones de niños y jóvenes africanos que viven y sueñan con el éxito
futbolístico, pero sus equipos no progresan.
En mi opinión las selecciones africanas salen al campo
convencidas, en algún nivel, de que no van a ganar y posiblemente culpan a
otros. Obviamente no puedo aseverar por qué
piensan que no pueden ganar. He preguntado
a algunos de mis alumnos africanos y ellos tampoco pueden explicarlo. Pero creo que la experiencia les ha mostrado
que por cualquier razón (inexperiencia, inferioridad, los árbitros, lo que sea)
como equipo o país, no van a vencer. Y
cuando salen al campo efectivamente no vencen.
Para los fines de este ensayo voy a calificar a esta mentalidad como una
de colonizados. Porque en mi opinión, en este contexto, en una
cancha, con unas reglas y un árbitro generalmente neutro, el principal freno a los equipos aparentemente
es su propia mentalidad.
En contraste tenemos el equipo chileno que parecía de un
país de enanos frente a los españoles.
No solo eran relativamente diminutos físicamente, sino que uno de sus
líderes se apoda “Niño Maravilla”! Sin
embargo salieron a la cancha convencidos que podían ganar a los actuales
campeones mundiales, a pesar de una inferioridad física y ni hablar de la
inferioridad de currículo. Y ganaron. No fue un poco de suerte aquí o allá,
estuvieron más cerca de su tercer gol que los españoles de su primero. Con fines de este ensayo, calificaré a su
mentalidad, a esa convicción de que son capaces de vencer al mejor equipo del
mundo en forma individual y colectiva, como una mentalidad descolonizada: dependemos de nosotros mismos y si nos proponemos,
podemos.
Volvamos al G77 que se reunió en Santa Cruz la semana
pasada. En los pronunciamientos y
declaraciones que he podido ver hay bastante crítica a un imperialismo del
norte y a una desigualdad mundial. Por
otro lado hay pronunciamientos a favor
de una lucha contra la pobreza. Está
implícito que la principal razón para la pobreza es este mismo imperialismo y
orden mundial desigual. Y que el mismo no existe dentro de nuestras fronteras,
es foráneo por definición. No había
ninguna mención de corrupción, de burocracia ni de incapacidad estatal como
parte de las causas de la pobreza.
He tenido la fortuna de viajar en 40 de los 133 países
que actualmente componen la G77 (y en otros 21 países que no son miembros) y
francamente he visto pocos ejemplos donde sólo el imperialismo (entendido como
un mal externo) frena por si solo el desarrollo. Más bien he visto ejemplos a diario, y en
todas partes, donde la corrupción, el racismo, el tribalismo y la incapacidad
estatal, especialmente en la educación, frenan al desarrollo individual y
colectivo.
Al final se ha gastado más de 90 millones de dólares en
la reunión del G77-China, y todos se han ido culpando al árbitro y quejándose de la reglas.
No ha habido un análisis de las debilidades internas individuales y
colectivas que necesariamente habría que superar para frenar la pobreza. Ha sido una reunión de colonizados
que culpan a otros de los resultados. Si
queremos progresar tenemos que descolonizarnos,
reconociendo que dependemos de nosotros mismos, incluso (y sobre todo) para
poner fin a los imperialismos y colonialismos, que vienen de afuera pero se reproducen
adentro, incluso bajo las banderas discursivas más anti-imperialistas y
descolonizadoras. Es mucho más lo que
nos frenamos a nosotros mismos,
comparado con un freno que supuestamente nos ponen de afuera.
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